Dentro de la definición original del Yoga, legada por Patanjali en sus Yoga Sutras, la práctica del Yoga físico se refiere a la práctica de una serie de posturas, conocidas como Asanas, que eran consideradas posturas cómodas y estables, que más que un fin en sí mismas, constituían un medio para desarrollar la capacidad de permanecer sentados en inmóviles durante largos períodos, habilidad necesaria para la práctica de la meditación en los niveles elevados.
No obstante, los yoguis descubrieron rápidamente que ciertas posiciones corporales específicas eran capaces de abrir canales energéticos e influenciar sobre los centros físicos. De esta forma, el control del cuerpo a través de estas Asanas permitía lograr un control de la mente y de la energía. Naturalmente, las Asanas evolucionaron para convertirse en una herramienta de obtención de una consciencia más sutil, así como en una base necesaria para la exploración del cuerpo, respiración, mente y estados superiores. El tratado que sintetiza este enfoque es el Hatha Yoga Pradipika.
Con respecto a la relación entre cuerpo y energía, la conceptualización los yoguis originales se estructura en términos de los conceptos de prana y apana. El prana, o energía vital, está presente en todo el cuerpo, y circula a través de él por una red de canales llamados nadis. Las tensiones corporales se asocian a bloqueos en los nadis, los que producen estancamientos locales de prana. Cuando esto sucede, se produce la acumulación de toxinas, mal funcionamiento crónico de los sistemas orgánicos involucrados y, eventualmente, enfermedades. La práctica de las Asanas tiene como primera función general el mantenimiento de los nadis en estado óptimo, de forma de permitir un flujo libre y continuo de prana, que optimice las funciones orgánicas y elimine las toxinas producidas durante el funcionamiento del organismo. Una vez que se establece el flujo pránico, la práctica de las Asanas permite además aumentar el caudal circulante a través de los nadis, de forma que experimentamos un aumento sostenido del nivel de energía y la vitalidad conforme progresamos en la práctica.
En un nivel superior de la práctica, las Asanas estimulan los centros energéticos principales del organismo, denominados Chakras, y que conectan los tres nadis principales: Ida, Pingala y Shushumna. Este proceso constituye una rama del Yoga en sí misma, conocida como Kundalini Yoga, cuyo objetivo es despertar la energía evolutiva de los seres humanos, denominada Kundalini y conocida también como Shakti (el principio divino femenino de los yoguis) y permitir su ascenso hasta el Chakra más elevado, llamado Sahasrara, iluminando durante su trayecto todos los centros de energía y de consciencia.
Según el enfoque yóguico, cuerpo y mente no son entidades separadas, sino dos manifestaciones del mismo fenómeno: así, el cuerpo constituye la manifestación burda o material, mientras que la mente forma la manifestación sutil. Toda la práctica de las Asanas está destinada a armonizar e integrar estos dos aspectos. Según este punto de vista, tanto cuerpo como mente acumulan bloqueos y tensiones, pudiendo corresponderse cada bloqueo en uno de los niveles con un bloqueo existente en el otro: tensiones físicas y mentales no pueden existir separadas e independientes una de otra. El propósito de las Asanas es trabajar bloqueos y tensiones desde el nivel físico, para facilitar su liberación en los dos planos del ser. Por esta razón, la práctica de las Asanas es perfectamente complementaria de las prácticas de Consciencia Plena, como la Meditación o el Mindfulness, ya que éstas permiten trabajar los bloqueos desde el nivel mental, de forma que un trabajo de este tipo sintetiza los dos planos de evolución de nuestro ser. Recíprocamente, como producto de esta integración de los planos, la práctica de las Asanas permite actualizar el potencial energético latente o dormido, y esto se manifiesta como un aumento de la seguridad en todas las áreas de nuestra vida.
Respecto a sus efectos en el plano físico, es habitual pensar que las Asanas son una forma de ejercicio físico. Esto no es cierto, ya que, al contrario del ejercicio, la mejora del estado físico no es su finalidad sino un efecto colateral: su finalidad es permitir al cuerpo el desarrollo de la consciencia, la relajación y la concentración para actualizar el potencial de todo nuestro ser: para esto, es necesario un entrenamiento del cuerpo, pero no en términos de obtener unas prestaciones físicas, sino en tanto se desarrolle un diálogo que integre nuestro plano material y nuestro plano mental. Asimismo, desde los puntos de vista ergonómico y fisiológico, los enfoques de las Asanas son opuestos a los del ejercicio físico, ya que en la práctica de las Asanas se tiende a disminuir las frecuencias respiratoria y cardíaca, el consumo de oxígeno, la temperatura corporal y el ritmo metabólico en general. Además, los efectos de las Asanas se extienden al sistema endocrino y los órganos internos, trascendiendo el enfoque funcional eminentemente osteo-artro-muscular del ejercicio físico.
Por su permanencia en el tiempo podemos clasificar a las Asanas en dinámicas y estáticas. Las posturas dinámicas (que, como se ha dicho, no son ejercicios físicos) tienen como efectos principales la tonificación de la piel y de los músculos, fortalecer el sistema respiratorio, favorecer la función excretora y la digestiva. Estas Asanas son muy útiles en el nivel principiante, ayudando a preparar el cuerpo para la práctica de las Asanas estáticas: la más famosa y practicada es, con creces es Surya Namaskara, el saludo al sol. Las posturas dinámicas formadas por el encadenamiento de posturas estáticas reciben a veces el nombre de Asanas. En cuanto a las posturas estáticas, éstas tienen efectos más sutiles sobre los planos más sutiles energético y mental, y son más provechosas en los niveles intermedio y avanzado. En general, sus efectos son de masaje de los órganos internos y estimulación de los sistemas endocrino y nervioso, preparando al cuerpo para la práctica de la meditación y la retirada de los estímulos sensoriales o Pratyahara.
Para concretar, la práctica del Yoga Físico se estructura en torno a las sesiones de Asanas, y la base de toda la práctica de éstas se asienta sobre los siguientes pilares:
Respiración : siempre se llevará a cabo por la nariz, tanto en inspiración como en exhalación.
Consciencia : Atención plena sobre cada movimiento y sus repercusiones a todo nivel: respiración, tensiones musculares, sensaciones corporales, flujo de energía y pensamientos.
Aceptación : tanto de nuestras limitaciones físicas como de las distracciones mentales que puedan suceder durante la práctica.
Relajación : la finalidad de las Asanas es conseguir este estado aun en posturas en las que se moviliza un gran caudal energético.
Te invito a poner estos principios en práctica y a que uses estas ideas como guía a lo largo de todas tus prácticas de Yoga Físico.